Jamás me
sentí tan bien observándote desde lejos, callada a tan sólo unos metros de tu
sombra. Jamás noté lo misterioso que luces con los brazos cruzados y una
sonrisa en los labios. Jamás fui testigo de la longitud tan perfecta de tu
espalda a pesar de las tantas veces que reposé ahí. Jamás te vi sin mí.
Me
siento como una infiltrada entre la gente, dándole vueltas al vaso de café que
se terminó hace ya mucho rato, mientras aún te miro a lo lejos y tus ojos pequeños
me atrapan sin querer, y un recuerdo invade mi mente, y me doy cuenta que en
los ojos que me encontré, hoy no existo.
Jamás me
sentí tan triste observándote desde lejos, ahogada en lágrimas a sólo unos
metros de tu sombra. Jamás noté que en tus ojos se refleja otra mirada y crea
sonrisas en tus labios. Jamás fui testigo de que encajas perfectamente en otros
brazos, brazos que miden la longitud de tu espalda. Jamás te vi tan feliz.