Te abrí mi alma y te confesé mis miedos. Conociste mis debilidades y hasta mi lado oscuro y fuiste tú el dueño de mi poesía. La luna conoce tu nombre de memoria, a ella no le gustan los apodos, sin embargo hoy se esconde porque hay duelo en mi cielo.
Sé de tu pasado y lo que sufriste, de cómo te identificas en una canción, y entiendo tu razón para no confiar en nadie. Yo confié en ti, y lo sabes.
Las esperanzas florecían con el paso del tiempo, no recuerdo ni la cantidad de meses en los que fuiste mío (en parte porque el tiempo era corto, y en parte porque quizá jamás me perteneciste), sólo sé que eres de las personas que permanecen aunque ya se haya apagado la luz.
La distancia se salió con la suya, ahora sí puedo decir que estamos separados, aunque por supuesto, es mucho más fácil decirlo que entenderlo. Tu recuerdo no es algo efímero; me enamoré de ti. ¿Te enamoraste tú de mi?
Te quiero todavía porque mis sueños contigo no han cicatrizado, esperé tanto de esto que me cuesta entender lo que significa el tiempo perdido. Duele recordar tus últimas palabras, que fueron tan letales como el cianuro. No tenías que ser tan duro con la persona que amó eso que tantos odian de ti, con la que anhelaba oír tu voz y saber que te sentías bien. Yo conocí la mitad de ti, y te odié intensamente.
Los pensamientos ahora mezclan mentiras y verdades, siento que jamás conoceré todos los motivos que explican tu manera de ser.
Aún quiero verte, aunque no sea recíproco, porque marcaste mi vida, y ésa siempre será la parte cierta que no entiendes.