“Tienes que verme un día venidero
cuando delante de ti mi pena me deje caminar. Pero tan sólo recuerdo la mirada
amable de tus dulces ojos y siento que soy impuro. Basura, sucio, inmundo; mi
cuerpo se resume a eso cuando pienso en ti…quisiera ser apto para tus manos tan
blancas como tiza, ¡perfectas como ninguna! Pero temo que tu piel de diosa se
contagie de mi imperfección.
Escondido detrás del periódico
observo tu perfil que es altivo y delicado como perlas en algodón, y mientras
imagino que tus cejas se alzan para observarme: escucho tu risa; y me siento
tan honrado de poder deleitarme. Cierro mis ojos hasta que ésta se apaga y es
como si de pronto se vaciara la avenida, pero todo sigue igual, ¿cómo pueden
todos seguir haciendo sus inmundas cotidianidades ignorando tal muestra de
perfección?
Entonces, como a diario, empiezas
a caminar con tus audífonos en las orejas, y te observo como si fueses una
dimensión prohibida en la cual dejo marcas si me quedo mucho tiempo. Pero
deseo, dentro de mí, que un día me mires, con tus dulces ojos y tu mirada
amable y me hables con tu voz de diosa aunque después de eso mi cuerpo se
resuma a aire o se vuelva polvo. Sé que eres prohibida, pero sueño contigo
aunque no te merezco.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario