jueves, 3 de diciembre de 2015

Nudo en la garganta.

Jamás me importó cuántas horas y kilómetros nos separaban, pero eso no es importante ahora, porque desde hoy hay un enorme  silencio entre los dos; y el silencio separa más que la distancia. Y soy la culpable.
Primera lágrima.

A veces una persona es capaz de iluminar nuestro mundo. Con sólo existir y saber que piensa en ti puede convertirse en nuestro cielo, y el cielo es algo que jamás me canso de ver. Y es que estemos donde estemos nos cubre el mismo cielo... pero con ojos nublados es imposible ver.
Segunda lágrima.

A veces me cuesta creer que alguien puede verme a mí como protagonista de sonrisas y como alguien a quién amar. Me acostumbré tanto a los amores contrariados que no conozco otra cosa. Luego te conocí, pero fui una tonta.
Tercera lágrima.

A veces cometemos errores que nos rompen algo dentro del pecho y nos desequilibra los nervios, pero por mucho que lo deseemos no podemos enmendarlos. Entonces se nos cae el cielo encima.
Cuarta lágrima.

Me equivoqué; desconfié, pero si volviese el tiempo a ese momento no sé si hubiese actuado diferente. No sé si me hubiese equivocado. No puedo saber nada si no dejan de arderme los ojos, lo único que se es que te quiero; eso jamás lo pondría en duda.
Te quiero, y me duele que yo no sepa demostrarlo. Me duele que tantos planes y sueños de amor estén en la orilla de un precipicio. Un amor así no merece obstáculos en el camino; pero encontré una piedra y tropecé, ¿me ayudarías a levantarme?
Bajo la mirada.

Siento que aunque esté llena de amor no merezco que veas mi nombre y me pienses, ni que me escuches y sonrías. Sé que hice mal, pero me sostengo de un hilo de esperanza, ¿no dicen que todos nos equivocamos? Sin embargo no todos asumen sus errores, y el mío no me deja dormir.
Pienso en ti.

Pienso en que no hubo nada más bonito que cuando nuestras vidas se cruzaron. Vi algo en ti que me gustó: tan interesante y misterioso. Me decías que yo era tu luz y te adueñaste de mi corazón, de un lugar en mis sueños y de horas de pensamientos.
Me derrumbo.

Me aferré a ti, aunque nunca te lo dije. Me aferré a ti porque no soportaba tanta tristeza. Y a ti no te importaba mi tristeza, te gustaba. Antes de ti la lluvia me acompañaba y contigo me relajaba. Hoy sin ti ni siquiera importa la lluvia, porque mi cielo está ausente.
Lágrima.

Espero una oportunidad para demostrarte cuánto te quiero, ¿merezco que me mires con ternura otra vez? No puedo imaginar contar estrellas sin pensarte o acostarme a dormir sin imaginarte. No quiero olvidarme de ti. No puedo olvidarme de ti.
Lágrima.

A veces cometo errores y entonces el corazón se me parte en dos, ¿tengo chance de enmendarlo?
Silencio.

sábado, 17 de octubre de 2015

Mi deseo.

Tenerte a mi lado es creer en la magia, es cerrar los ojos humanos y abrir el interior. Es sentir el abrazo de dos almas que se unen para amarse. Tenerte a mi lado es lo que más deseo, es mi reflejo en el espejo de Oesed cada día, es mi debilidad. Podría abrazarte fuertemente entre mis brazos y posar mi cabeza en tu pecho y parar las manecillas del reloj. Porque ¿no es el tiempo solo futuro cuando yo pienso en ti? Y pienso en ti a cada segundo, pero no estás conmigo. Entonces, tenerte a mi lado es lo que idolatro como una estatua de cera o yeso, y es lo que pego a mi corazón para sentir calor. El deseo de tenerte conmigo me da los buenos días y antes de dormir me alista la cama y me besa la frente. Tenerte a mi lado es cerrar los ojos a la luz de la luna llena, rogando que su reflejo te bañe a ti también. Y la luna nos baña a los dos, pero no estamos juntos.
Tenerte a mi lado es lo que anhela mi piel, es en lo que pienso antes de dormir, y es la razón por la cual se me escapan suspiros. El aire sobra donde estoy, y tú no estás conmigo. Tenerte a mi lado es una de las metas de mi vida, es lo que guardo dentro de mi como un secreto, y es lo que siento por ti como una joya valiosa que llevo a todos lados. Y es que necesito tenerte a mi lado, pero no te tengo.

martes, 13 de octubre de 2015

"Para siempre".

“No soy de eternidades” –digo yo, que disfruto las cosas mientras duren y que tengo al tiempo como un viejo sabio. Suelo contemplar la Luna cuando brilla en el cielo o cuento estrellas cuando ésta se esconde; siento los rayos del sol en la piel o las gotas de lluvia empapando mi cabello. Y es que hay que vivir con lo que nos rodea y admirar esas nubes que nos persiguen todo el tiempo, así sean grises.
“Te querré por siempre” –dices tú, que encuentras felicidad hasta en las lágrimas y que tienes al tiempo como tu mejor amigo; que extrañas al Sol cuando empieza a llover, y que me miras como si no existiera más nadie en el mundo.  
“Los por siempre son eternidades, mientras dure está bien” –recalco yo, que le temo a las promesas de amor y que huyo de las personas enamoradas aunque sea recíproco el sentimiento.
“Durará tanto como queramos –dices con tu sonrisa destructora- y yo quiero que sea para siempre” –concluyes, con los ojos negros tan brillantes como una noche estrellada.

Así que no sé si de verdad esto se extienda al infinito, o si con los primeros rayos de Sol se termine todo. “Pero esta noche me quiero enamorar” –pienso yo, cuando aún sin Luna en el cielo tú estás conmigo- “¿y quién sabe? –me pregunto yo, que tengo una chispa de romanticismo en el corazón e instantes de extrema locura –quizás inventemos el ‘para siempre’.

martes, 28 de julio de 2015

2: 40 am.



Jamás me sentí tan bien observándote desde lejos, callada a tan sólo unos metros de tu sombra. Jamás noté lo misterioso que luces con los brazos cruzados y una sonrisa en los labios. Jamás fui testigo de la longitud tan perfecta de tu espalda a pesar de las tantas veces que reposé ahí. Jamás te vi sin mí.

Me siento como una infiltrada entre la gente, dándole vueltas al vaso de café que se terminó hace ya mucho rato, mientras aún te miro a lo lejos y tus ojos pequeños me atrapan sin querer, y un recuerdo invade mi mente, y me doy cuenta que en los ojos que me encontré, hoy no existo.

Jamás me sentí tan triste observándote desde lejos, ahogada en lágrimas a sólo unos metros de tu sombra. Jamás noté que en tus ojos se refleja otra mirada y crea sonrisas en tus labios. Jamás fui testigo de que encajas perfectamente en otros brazos, brazos que miden la longitud de tu espalda. Jamás te vi tan feliz.

lunes, 16 de febrero de 2015

A la chica que enfrió mi café.

A la chica del atuendo negro como mi café recién comprado, de largos dedos blancos y mejillas rosadas; que me miró con displicencia y en sus ojos verdes explotaron miles de estrellas.
En sus ojos verdes también se explotó mi atmósfera, y si fuese posible podría jurar que El Sol vestía su cabello, claro como un amanecer, e igual de hermoso; como un campo de trigo florecido.
Su timidez iluminaba su belleza, con torpes manos y cabeza baja, mas no me miraba y no podía imitarla.
Así que la vi, se movía con actitud, balanceando su trasero con delicadeza y sus largas piernas tenían un plano aparte en mis ojos. Ella seguía sin mirarme, pero yo no podía imitarla.
Así que la seguí hasta que se detuvo, y puedo dar mi vida a que también se detuvo mi corazón, y antes pensaba que no había nada más hermoso que un clavel,; fue entonces cuando pude observar su rostro pálido y sus labios como pétalos frescos, y me sentí pequeño como la arruga que se le formó en la frente al ver un libro en una vitrina.
Y ella seguía sin mirarme, y yo seguía sin poder imitarla.
Ella llegó a la salida y cuando se abrieron las puertas del CC noté que se había enfriado mi café; fue entonces cuando dirigí mi mirada hacia ella, y dos enormes ojos verdes me miraban y sus labios frescos me sonreían, y puedo dar mi tiempo a que era un cuarto creciente de Luna; y esta vez mi atmósfera regresó a tomar el aire que exhalé.

Y ella dejó de verme, y volvió a bajar su cabeza, y retornó hacia su destino; y esta vez la imité y regresé a buscar otro café… y cuando la vi irse, sus largas piernas tenían todo el plano en mis ojos; y si fuese posible podría jurar que el Sol vestía su cabello.

domingo, 1 de febrero de 2015

Aprendí a vivir.





Me cansé de las cartas que dicen de todo, pero no significan nada; y de las dedicatorias que se olvidan antes de terminarlas. Aprendí que “alguien” no hace especial las rosas o las estrellas, sino que es su naturaleza y merecen ser admiradas. Me di cuenta que las canciones románticas y los momentos tristes tienen mucho que enseñarnos y que no hay nada mejor que observar cómo bailan las hojas de los árboles por el viento o cómo al irse el sol se pinta un lienzo de naranjas y azules en el cielo. Aprendí que aunque no le llores a la luna ella aún estará ahí arriba, y que con una sonrisa en los labios se verá brillante como siempre. No es una pérdida de tiempo encontrar figuras en las nubes, ni contar las estrellas; ni ver cómo las luciérnagas se prenden y apagan apareciendo en lugares diferentes; si no que nos ayudan a entender que la felicidad, o bien la tristeza, se pueden apreciar en los detalles que siempre nos acompañan, y que sólo tenemos que detenernos a observar su belleza.

Aprendí que no hay que enamorarse para ser feliz, ni sufrir para valorar las cosas (esto último me costó un poco más) si no que podemos encontrar un poco de felicidad en todas partes, sabiendo ver que las cosas malas pasarán. Así que decidí enamorarme de la vida, y de todo lo que veo y me inspira amor; porque el mundo no se detiene sólo para secar tus lágrimas o ver la curva de tu sonrisa o ese brillo en tus ojos, así que es mejor hacerse parte de las cosas, considerarse un detalle más de la vida que pasará, y vivir.